España toda, de Angélica Morales.
Reseña de Miguel Antón Moreno
Leer ‘España, toda’ de Angélica Morales es presenciar, escribe Miguel Antón Moreno, una lucha entre la ilusión y la desesperanza.
Una reseña de Miguel Antón Moreno (El Cuaderno Digital)
Leer España toda de Angélica Morales es presenciar una lucha entre la ilusión y la desesperanza. El poemario, publicado en Hiperión, le valió el premio Vila de Matorell 2017, y más recientemente la autora quedó entre las diez finalistas del premio Planeta con su novela Mujeres rotas.
El título del poemario no deja indiferente, pues debido al contexto político y social en el que aparece, que la palabra España ocupe la portada es un atrevimiento. Desde luego es laudable la intención de dejar atrás el temor y la amenaza que acechan en la literatura al pronunciar su nombre.
Precisamente la idea de España es el hilo conductor que articula todas las demás imágenes de la obra. Y digo imágenes, porque la poeta, como gran lectora de Lorca, ha heredado una poesía sensorial que impregna todos los versos. Unos versos que son a la vez un diálogo, una conversación con una interlocutora callada (como el Mario de Delibes), que a veces aparece muerta:
Habrá que cortar tu cadáver por partes
y dárselo a comer a un galgo
(España).
Pero luego vendrán tiempos mejores,
Tiempos donde la mesa
No se ponga a temblar a partir de las doce […]
España aparece humanizada, como amiga y amante:
Me hubiese gustado, (sí)
Lamer tu himen primigenio […]
Como enemiga a veces, y también como cruel confidente:
Y te pido consejo
(España)
acerca de la climatología de un hombre
o
de un suicidio.
A lo largo de toda la obra podemos apreciar numerosas referencias a lo cotidiano como lo verdaderamente trascendental. España toda es el retrato de las consecuencias de una crisis que conduce a la descreencia, a partir de la cual surgen nuevos planteamientos y nuevas literaturas, como la que la autora denomina en un verso «literatura familiar… una herencia (por ejemplo)».
Los paralelismos con las ideas de la Generación del 98 son claros. La fecha del desastre de Cuba, Puerto Rico y Filipinas dio nombre a una generación de escritores cuya preocupación por la idea de España fue siempre capital. Así, para muchos poetas que ahora escriben en nuestro país, los efectos de la crisis de 2008 afectan de forma decisiva a su producción literaria. Es esta última crisis la que transfigura la visión que la poeta tiene de España, y la que hace que a partir de ella se configure un paisaje de desolación y decadencia. Como la misma autora reconoce, «España toda es decepción, tristeza, aullido».
Al igual que en Poesías de Unamuno, en el poemario de Angélica Morales, España no es una idea rígida ni claramente delimitada, pero sí que asoman en ocasiones propuestas que acercan sus versos a la visión unamuniana. En Vida de Don Quijote y Sancho, Unamuno refiriéndose a España: «Esto es una miseria, una completa miseria. A nadie le importa nada de nada. Y cuando uno trata de agitar aisladamente este o aquel problema, una u otra cuestión, se lo atribuyen o a negocio o a afán de notoriedad y ansia de singularizarse». Los versos de Angélica plantean lo siguiente:
Todos tus vestidos se harán estrechos
(no más pactos con Francia /
no más lamentos de Portugal /
de Alemania habrá que olvidarse /
también de participar en Eurovisión)
Que Europa no sea la solución a los problemas de España fue una postura que enfrentó a Unamuno con los planteamientos de Ortega, entre otros, y es algo que Angélica Morales también cuestiona en esos versos. Por otra parte, algo que también acerca a la poeta turolense a «Este donquijotesco / don Miguel de Unamuno, fuerte vasco» (como se refirió a él Antonio Machado), es su mención a Don Quijote al abordar el problema de España, como no podía ser de otra manera, y como así lo hicieron también Azorín o el propio Machado.
En serio,
no miento al decir que aun te busco en lo sensato,
tendida en el vacío,
sobre un pétalo infinito de nada
que pueda mancharse
cuando todo estaba por escribir,
(Quijote aparte, claro).
Don Quijote y Sancho, retratados por Augusto Ferrer-Dalmau.
Unamuno, en Sobre la lectura e interpretación del Quijote, afirma que «Cervantes sacó a Don Quijote del alma de su pueblo y del alma de la humanidad toda, y en su inmortal libro se lo devolvió a su pueblo y a toda la humanidad. Y desde entonces Don Quijote y Sancho han seguido viviendo en las almas de los lectores del libro de Cervantes y aun en las de aquellos que nunca lo han leído».
Machado, por su parte, en su poema España en paz, dice así: «¿Y bien? El mundo en guerra y en paz España sola./ ¡Salud, oh buen Quijano! Por si este gesto es tuyo,/ yo te saludo. ¡Salve! Salud, paz española, sino eres paz cobarde,/ sino desdén y orgullo. […] el buen manchego habla palabras de cordura;/ parece que el hidalgo amojamado y seco/ entró en razón, y tiene espada a la cintura;/ entonces, paz de España, yo te saludo». Vemos que España y don Quijote siguen siendo indisolubles. Así lo entendió también Gustavo Bueno en Don Quijote, espejo de la nación española.
Pero no son los planteamientos políticos los que más acercan a la autora a Unamuno, (porque como ya hemos señalado son vagos y difuminados); más bien el paralelismo se establece a través del tormento del vasco del «querer creer y no poder» que tan genialmente plasma en su personaje, el cura de Valverde de Lucerna, don Manuel. La descreencia de Angélica Morales no es religiosa sino moral, pero en su versión secularizada también hallamos imágenes de desesperación, negación y rotura.
Ahora que empiezas a canturrear de nuevo,
que tus calles se quitan el polvo de la usura,
que los pobres se visten de gente común
y acuden a los mercados de la dicha
con dos rostros en tu misma moneda.
Ahora
(escúchame bien)
Es cuando me da por ignorarte.
Hacia el final del poemario es donde se van develando las contradicciones y donde emerge la confrontación total entre la discordia y el deseo de reconciliación.
Anda,
rescátame,
(España)
pero ven conmigo,
desnuda
la soga de tus pétalos
y ven.