MARGARITAS DE AMOR
Está poesía cobija una cortesía valerosa y está orgullosamente dedicada a todos los docentes que dejaron quizás sin darse cuenta, iluminando el sendero para que luego avancemos intrépidos y curiosos hacia un mundo totalmente desconocido. Estas letras recuerdan a quienes nos enseñaban a escribir, a leer, al resolver operaciones; pero además nos amaban y nos protegían. Ellos merecen estar guardados para siempre en un lápiz de carbón inmortal. ¿Qué maestra nos dejó una pincelada de sonrisas y perduró incontables otoños en los cuadernos de hojas garabateadas? ¿En qué campana de frescura oímos su voz? ¿Que maestro nos lleno el cielo de sueños y elevó nuestra estima sin límite para que en cada domingo lo imaginemos en un colibrí jardinero? ¿En qué flor vemos su noble corazón que se abre para el curioso sol ?
Reminiscencia vaga de esos días.
Caridad de tiza imborrable
que perduró en tus manos
el escabroso recorrido de la vida.
Manzanita de dibujo en cada mañana,
portafolios de cuero, cuadernos a candil.
Dulce de ternura, almíbar de recuerdos,
guardapolvo blanco, digno de vestir.
Patio y aula, pétalos de margarita,
alma bondadosa docencia y pasión.
Frutita nutrida de tantas semillas
que germinaron en gratitud y valor.
Tiempos lejanos, de caricias que perduran,
maestra de blanca pureza y dignidad,
de besos florecidos del rosal púrpura,
rocío del desierto en un aljibe de bondad.
Mariposa que vuela en la melancolía,
de los pimpollos rojos, corazón de amor.
Ahora comprendo al guri de aquellos días,
que esperaba tu arribo, con una bella flor.
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